ESTE ESPACIO ES PARA TODOS AQUELLOS QUE CREEN EN LA IMPORTANCIA DEL ESPÍRITU Y LA EVOLUCIÓN INTERIOR, DESDE ESTA FILOSOFÍA TRATAMOS DE BRINDAR LOS MENSAJES DE LUZ Y LAS ENSEÑANZAS DE LOS MAESTROS Y HERMANOS SUPERIORES .
jueves, 23 de abril de 2015
CRÓNICAS DE LA HERMANDAD BLANCA - PARTE 2/2
PARTE 2/2
Abril 2015
Es necesario aclarar que podríamos estar ante “tres formas” del Paititi: la primera podría indicar posibles construcciones incaicas en las selvas del Manú, fruto de los intentos de expansión territorial hacia el Antisuyo; la segunda señalaría construcciones de un imperio selvático, cuyos verdaderos orígenes aún nos son desconocidos; y la tercera, se refiere al Paititi subterráneo, sin duda el original y el más antiguo, sede física de los sobrevivientes de la Atlántida. Sobre este Paititi me refiero esta obra.
El Paititi irradia su propia energía, cual foco de iluminación que aclara el camino y despierta a las mentes dormidas. Así, esta radiación produce desordenes electromagnéticos en los helicópteros que han querido acercarse a la zona. Incluso se sabe de los efectos que producen estas extrañas vibraciones en las brújulas; así también, no es menos interesante la densa niebla y las espesas nubes que “esconden” al retiro; nosotros lo comprobamos, y hoy sabemos que este curioso detalle tiene un origen artificial…
Es impresionante observar cómo la Jerarquía mantiene protegido el monasterio intraterreno; nadie puede acercarse, sólo aquel que ha sido “invitado”. Naturalmente ahora que conocemos algunos de los ingeniosos sistemas de protección del retiro, nos podría brotar la siguiente pregunta: ¿Por qué tanta prudencia y afán en evitar el arribo de algún extraño?
Máquinas antediluvianas y archivos secretos
Como sabemos, los Estekna-Manés lograron reunir algunos de los ingeniosos artefactos que pudieron sobrevivir a la destrucción de la Atlántida, almacenándolos en una determinada zona del retiro que es llamada “La Sala de Reflexión”, denominación que fue empleada como un mensaje de lo que ocurrió con la Atlántida al manipular equivocadamente la tecnología que en aquel entonces se había alcanzado.
Según Alcir, esas máquinas pueden lograr determinados efectos que hoy en día llamaríamos “milagros”. Esta tecnología, bien empleada, sería de gran beneficio para la medicina, ya que algunos artefactos eliminan selectivamente las células que están en proceso de degeneración. Asimismo, se cuenta con adelantados sistemas de eliminación de toxinas, ya sean éstas por ingesta de alimentos o por radiaciones nocivas. Por otro lado, una determinada serie de estas “máquinas atlantes” permite aprovechar la energía telúrica, almacenándola y convirtiéndola en una fuente de poder. También existen otras máquinas diseñadas para la canalización de energías provenientes del espacio; algunas de ellas las tienen en funcionamiento para que la radiación cósmica “ingrese” a través de la Cordillera de los Andes, procurando de esta forma la activación de Sudamérica.
Antiguamente esta activación con energías cósmicas se llevó a cabo en Oriente, teniendo a los Himalayas como antena natural, mientras las máquinas se hallaban en la base de la cordillera, en recintos subterráneos perfectamente acondicionados. Ahora, los Himalayas están en su período de sueño; Sudamérica empezaría entonces a despertar. La Energía Activadora no “cambia de posición” —como se ha venido pensando— sino que ésta, que llega a todo el planeta, es concentrada en un lugar para conseguir con ello un efecto determinado; es como tomar una lupa de aumento que, colocada en un ángulo correcto en medio de la luz del Sol, concentra la energía multiplicando su fuerza y luminosidad.
Es probable que al referirme a estas maravillosas máquinas el lector se imagine una especie de caja de metal con tornillos y tuercas. Obviamente, al hablar de una tecnología de una civilización superior, nos encontramos ante cosas nuevas y extrañas. Las máquinas de canalización —y que también se utilizan para irradiar la energía almacenada— se asemejan más bien a unos gigantescos “espejos”. Su poder es asombroso. Todos estos adelantos técnicos, en manos fanáticas y ambiciosas de poder, producirían una catástrofe al ser mal empleados. Por ello el celo de la Jerarquía es grande, procurando mantener en un lugar seguro la tecnología que habrá de utilizar el hombre cauto, consciente, e iniciado en la luz suprema del amor.
Quizá el lector se pregunte qué ocurrió con las máquinas que no fueron llevadas al mundo subterráneo y porqué no se han hallado. La búsqueda es indócil; como hemos visto, la geografía terrestre ha venido cambiando a lo largo del tiempo y muchas de estas máquinas se encuentran perdidas en lugares casi inaccesibles. Y el terreno donde se llevan a cabo las investigaciones arqueológicas es muy reducido: quitemos los grandes desiertos de la Tierra —¿quién haría una profunda excavación en el Sahara o en el desierto de Gobi?—; los océanos, cuyos abismos no son vencidos ni por los submarinos nucleares; las intrincadas selvas de nuestro mundo; y las insólitas alturas de las cadenas montañosas, entre otros lugares ¿qué nos quedaría?, y como podrá deducir el lector nadie se animaría a buscar máquinas atlantes en los puntos antes citados. Además, quitemos también las ciudades —recordemos que en México se halló un túnel Azteca mientras se llevaban a cabo las obras del Metro—; en conclusión, puedo afirmar que existen muchos lugares en nuestro planeta que aún no mostrarán sus secretos...
Ahora bien, los recintos subterráneos de la Gran Hermandad Blanca no sólo guardan los avanzados artefactos, sino que custodian cosas más grandes y poderosas. Así, la eterna sabiduría se constituye en el tesoro más preciado por los Maestros.
Los archivos históricos de “Mu” y Atlántida, que datan desde tiempos inmemoriales, se hallan reunidos en las galerías intraterrenas del Paititi. Asimismo, los archivos perdidos del Imperio Inca y de otras culturas, que aún nos son desconocidas, se hallan, también, en el mundo interior. Además, las planchas metálicas y los cristales de información que contienen pasajes extraídos del Registro Akáshico se encuentran al lado de los archivos antes mencionados. Los 32 Mentores de la Luz dieron estas planchas de secreta simbología y los poderosos cristales a los supervivientes atlantes, junto con el sagrado Disco Solar, que es la llave entre las dimensiones y que, por consecuencia, podría “leer” el Archivo Akáshico o la verdadera historia de la humanidad, el cual es llamado de forma simbólica por los Guías y Maestros como "El Libro de los de las Vestiduras Blancas".
He aquí el verdadero “tesoro” del Paititi, resguardado en “La Sala de los Registros” y custodiado por los pocos Estekna-Manés que aún habitan en el mundo subterráneo, perpetuando así la sagrada tradición que heredaron de los primeros sacerdotes de la sumergida Atlántida.
El mundo interior empieza a formarse.
Cómo es el Mundo Interior
Actualmente la población del reino subterráneo no es tan numerosa como en épocas anteriores; con el transcurrir de los milenios la civilización interna fue disminuyendo, abandonando el plano físico que conocemos y estableciéndose en niveles más sutiles, desde donde seguirían llevando a cabo el plan de ayuda, tal como lo hicieron en un inicio los 32 Mentores de la Luz. La mayor parte de los seres intraterrestres no poseen cuerpo denso, es decir, ya dejaron su envoltura material. Por ello los Maestros nos han hablado de retiros interiores físicos y otros sutiles. El Paititi reúne ambas condiciones.
En lo que se refiere a los retiros interiores sutiles, el acceso es primordialmente a través de la meditación y de los viajes astrales. Este es el caso del retiro del Titicaca y de Hayumarca, en el altiplano peruano-boliviano; del valle del Urubamba, en el Cusco; de Nasca, en Ica; entre otros.
No obstante, sabemos que existen seres físicos en las galerías subterráneas de la meseta de Marcahuasi, en los Andes centrales; en las cercanías de la comunidad de Q‘eros, en Paucartambo (Cusco); en las selvas del Manú, en Madre de Dios; y en otros lugares más que en su momento serán revelados.
Los retiros de la Gran Hermandad Blanca se distribuyen en diferentes partes del planeta, unidos todos por las fuerzas de la luz y al servicio de la humanidad. Aquí citaremos algunos enclaves que funcionan como “puertas” a esas otras realidades: El Uritorco, en Argentina; Paysandú, en Uruguay; Atacama, en Chile; la Cueva de los Tayos, ubicada en la zona fronteriza del Perú y Ecuador9 ; la Sierra del Roncador⎯denominada así por los diversos “ruidos” que se dejan sentir desde el subsuelo⎯, en el Brasil; Catatumbo y Roraima, en Venezuela; Guatavita y Tota, en Colombia; Teotihuacan, Palenque, El Valle de las Siete Luminarias y la Zona del Silencio en México; Monte Shasta, al norte de California; Compostela y el Pico Sacro, en España; los Pirineos y el Bugarach, en Francia; la Península del Sinaí, en Egipto1 0; Potala, en el Tíbet; los montes Karakorum, entre el Tíbet y China; en los montes Vindhya, al sur de la India; y amén de otras moradas sagradas.
Todos estos lugares se hallan unidos por túneles subterráneos. En el caso de Sudamérica, el gigantesco “pasadizo” se inicia en Monte Shasta, atraviesa México, penetra en Centroamérica, y hace su aparición en Sudamérica por Colombia; de allí continúa por el Ecuador hasta penetrar en el Perú; el inmenso túnel prosigue recorriendo las entrañas de Bolivia, Chile, y concluyendo en la Patagonia Argentina ⎯y hay indicios que de allí conectaría de alguna forma con la Antártida―. Una importante bifurcación se ubica precisamente en el Perú; ésta se dirige hacia el Brasil, donde se “abre” como la copa de un gran árbol, diversificándose hacia otras regiones. Antes esto es interesante escuchar las afirmaciones del Subsurface Research Center de Phoenix (EE.UU.) a través de su Director, Charles A. Marcus, que sostiene la existencia de una vía subterránea de unos 4.000 kilómetros de longitud que parte de México dirigiéndose hacia el sur del Perú. No obstante, este túnel gigantesco, llamado por algunos el “verdadero camino de los incas”, es aun mucho más grande...
Si bien afirmamos la existencia de una amplia red de colosales túneles, no sostenemos la teoría de una Tierra hueca. El centro de nuestro planeta está formado por hierro y níquel en estado líquido. Es muy posible que la temperatura allí registrada sobrepase los 5.000 grados celsius. Ya desde el siglo XVIII investigaciones científicas confirmaron la densidad del ardiente centro planetario.
Empero, ello no impide que una civilización superior habite en galerías subterráneas. Para empezar, el mundo de estos seres se halla en la corteza (que posee aproximadamente 33 Km. de espesor como promedio, en las zonas montañosas este grosor supera los 50 Km.) en la parte más próxima a la superficie, libre de la descomunal temperatura del centro que se ubica a más de 6.000 Km. por debajo de las ciudades intraterrestres. Además, la adelantada tecnología que poseen los Sabios ha logrado desviar los mortales gases que fluyen de las profundidades. Por otro lado, acertados conductos de ventilación que conectan con la superficie se han constituido en una inteligente fuente de oxígeno; en nuestros viajes los hemos identificado, hallándolos cuidadosamente disimulados entre la vegetación y detrás de grandes rocas, según sea la geografía donde se esconde el retiro.
Como sabemos, nuestro planeta a lo largo de millones de años ha venido expulsando materia líquida a la superficie, generando con ello grandes explosiones volcánicas. Muchos de estos conductos que llevaron lava a la superficie se mantienen inactivos y casi intactos luego de la expulsión del material rocoso fundido. Estos conductos también han sido acondicionados por los Maestros; no en vano encontramos retiros interiores en lugares que, en el pasado, han tenido clara actividad volcánica; como por ejemplo Marcahuasi y Hayumarca11. Así, las ciudades intraterrestres no sólo se abastecen de la energía cósmica; una de sus principales fuentes de poder se halla en la energía telúrica, la cual es absorbida por extraños cristales que se hallan repartidos por todo el mundo interior.
Es importante saber que a pesar de tener una tecnología de punta a su alcance, los Maestros llevan una vida monástica, dedicados a la oración y al trabajo interno. Ellos se rigen por un código muy antiguo que denominan Decadrón; un conjunto de 10 elevadas leyes que orientan la evolución del mundo intraterreno:
Primera Ley: “El verdadero estudiante de la Vida empieza estudiándose a sí mismo”.
Segunda Ley: “La Luz verdadera alumbra o ciega según la actitud del estudiante”.
Tercera Ley: “El verdadero soldado de la Luz batalla amando al enemigo”.
Cuarta Ley: “La verdadera protección radica en el control del miedo interior”.
Quinta Ley: “El verdadero Maestro enseña con el ejemplo”.
Sexta Ley: “El verdadero mensajero es aquel que sólo transmite el mensaje”.
Séptima Ley: “La Fe verdadera se sustenta en el conocimiento”.
Octava Ley: “La sagrada doctrina se torna aún más sagrada si se es consecuente con ella”.
Novena Ley: “El verdadero Templo es aquel que se construye sobre la base de sentimientos, pensamientos y actitudes”.
Décima Ley: “El verdadero Místico es aquel que pone en práctica los principios del Cielo y que muere constantemente por amor al prójimo”.
Nota del autor: Más información sobre el Decadrón o "Decálogo de la Hermandad Blanca":
http://www.legadocosmico.com/articulos_detalle.php?id=184&tipo=Espiritualidad%20y%20Conciencia
Tal como lo dicen los Maestros, el Decadrón se basa en las propias leyes cósmicas que rigen el Universo, y sólo a través de la correcta meditación, se puede acariciar el significado profundo de cuanto señalan las sencillas y luminosas palabras de los Antiguos.
La vestimenta de los Maestros consta por lo general de largas y bellísimas túnicas. Éstas pueden ser blancas, azules o doradas, según la función que cumple el ser que la lleva consigo. Todos se saludan con la mano izquierda, como símbolo de paz y tranquilidad —ya que la mano derecha representa la fuerza—. Ello resulta interesante porque en varias experiencias de contacto físico los Guías saludaban levantando su mano izquierda. Alcir también hizo lo propio durante el contacto en Pusharo, y ello nos recuerda que Cachán, el único machiguenga que estaba en contacto con la Hermandad Blanca, saludaba sólo con su mano izquierda, a diferencia de toda la tribu. Es interesante además observar en las antiguas pinturas rupestres, una mano izquierda pintada con insistencia en las paredes de las cavernas. Todo esto es muy sugerente.
En el monasterio interior existen salas especialmente diseñadas para la meditación, donde se lleva a cabo un diálogo con la esencia divina que mora dentro de la apariencia física. La meditación es una de las actividades más sagradas en el Paititi subterráneo. Sin embargo, no todo es meditación en el mundo interior. Cada miembro del retiro tiene una responsabilidad; unos se dedican al cuidado de las galerías; otros a la distribución de víveres (la alimentación es a partir de vegetales y frutas, combinados con extractos de minerales que se consiguen en las áreas dedicadas al aprovechamiento del subsuelo); un grupo de sacerdotes vela por los archivos y las máquinas; otros, hallan su función en los sistemas de transmisión, entre otras tareas. Los sistemas de transmisión —en los cuales las facultades psíquicas y la tecnología se concilian— permiten a los intraterrenos estar en continuo enlace, conociendo a la distancia todo lo que ocurre en los distintos retiros que existen en el planeta. No obstante, cada cierto tiempo se agrupa toda la Jerarquía. Esos grandes cónclaves y concilios se realizan para debatir temas de gran importancia y trascendencia dentro del Plan. Según nuestro calendario, una de estas magnas reuniones se llevaría a cabo en el mes de agosto, lo cual explica porqué precisamente en ese mes se realizan los viajes más ambiciosos de nuestros grupos de contacto.
Estas reuniones tienen como escenario el continente sudamericano; el lugar preciso es secreto y sólo lo conocen los Maestros. Quien dirige esta elevada actividad es una bellísima mujer, la más alta Jerarquía del cónclave, quien se caracteriza por poseer una profunda sabiduría y un gran amor por la humanidad. Poco sabemos sobre este elevado espíritu que muchas veces ha dejado sentir su radiante presencia a la humanidad.
Nota del autor: En los viajes al Paititi que realizamos en 1996, 1998 y 2000, fuimos recopilando información sobre esa “dama de luz”, que se indentifica como “Cecea”, una importante jerarquía espiritual de la Hermandad Blanca. Pero debo añadir, que en viajes posteriores al Paititi, se han recibido otras informaciones que asocian a esa dama de luz con una manifestación del “Espíritu Planetario”.
El Paititi irradia su propia energía, cual foco de iluminación que aclara el camino y despierta a las mentes dormidas. Así, esta radiación produce desordenes electromagnéticos en los helicópteros que han querido acercarse a la zona. Incluso se sabe de los efectos que producen estas extrañas vibraciones en las brújulas; así también, no es menos interesante la densa niebla y las espesas nubes que “esconden” al retiro; nosotros lo comprobamos, y hoy sabemos que este curioso detalle tiene un origen artificial…
Es impresionante observar cómo la Jerarquía mantiene protegido el monasterio intraterreno; nadie puede acercarse, sólo aquel que ha sido “invitado”. Naturalmente ahora que conocemos algunos de los ingeniosos sistemas de protección del retiro, nos podría brotar la siguiente pregunta: ¿Por qué tanta prudencia y afán en evitar el arribo de algún extraño?
Máquinas antediluvianas y archivos secretos
Como sabemos, los Estekna-Manés lograron reunir algunos de los ingeniosos artefactos que pudieron sobrevivir a la destrucción de la Atlántida, almacenándolos en una determinada zona del retiro que es llamada “La Sala de Reflexión”, denominación que fue empleada como un mensaje de lo que ocurrió con la Atlántida al manipular equivocadamente la tecnología que en aquel entonces se había alcanzado.
Según Alcir, esas máquinas pueden lograr determinados efectos que hoy en día llamaríamos “milagros”. Esta tecnología, bien empleada, sería de gran beneficio para la medicina, ya que algunos artefactos eliminan selectivamente las células que están en proceso de degeneración. Asimismo, se cuenta con adelantados sistemas de eliminación de toxinas, ya sean éstas por ingesta de alimentos o por radiaciones nocivas. Por otro lado, una determinada serie de estas “máquinas atlantes” permite aprovechar la energía telúrica, almacenándola y convirtiéndola en una fuente de poder. También existen otras máquinas diseñadas para la canalización de energías provenientes del espacio; algunas de ellas las tienen en funcionamiento para que la radiación cósmica “ingrese” a través de la Cordillera de los Andes, procurando de esta forma la activación de Sudamérica.
Antiguamente esta activación con energías cósmicas se llevó a cabo en Oriente, teniendo a los Himalayas como antena natural, mientras las máquinas se hallaban en la base de la cordillera, en recintos subterráneos perfectamente acondicionados. Ahora, los Himalayas están en su período de sueño; Sudamérica empezaría entonces a despertar. La Energía Activadora no “cambia de posición” —como se ha venido pensando— sino que ésta, que llega a todo el planeta, es concentrada en un lugar para conseguir con ello un efecto determinado; es como tomar una lupa de aumento que, colocada en un ángulo correcto en medio de la luz del Sol, concentra la energía multiplicando su fuerza y luminosidad.
Es probable que al referirme a estas maravillosas máquinas el lector se imagine una especie de caja de metal con tornillos y tuercas. Obviamente, al hablar de una tecnología de una civilización superior, nos encontramos ante cosas nuevas y extrañas. Las máquinas de canalización —y que también se utilizan para irradiar la energía almacenada— se asemejan más bien a unos gigantescos “espejos”. Su poder es asombroso. Todos estos adelantos técnicos, en manos fanáticas y ambiciosas de poder, producirían una catástrofe al ser mal empleados. Por ello el celo de la Jerarquía es grande, procurando mantener en un lugar seguro la tecnología que habrá de utilizar el hombre cauto, consciente, e iniciado en la luz suprema del amor.
Quizá el lector se pregunte qué ocurrió con las máquinas que no fueron llevadas al mundo subterráneo y porqué no se han hallado. La búsqueda es indócil; como hemos visto, la geografía terrestre ha venido cambiando a lo largo del tiempo y muchas de estas máquinas se encuentran perdidas en lugares casi inaccesibles. Y el terreno donde se llevan a cabo las investigaciones arqueológicas es muy reducido: quitemos los grandes desiertos de la Tierra —¿quién haría una profunda excavación en el Sahara o en el desierto de Gobi?—; los océanos, cuyos abismos no son vencidos ni por los submarinos nucleares; las intrincadas selvas de nuestro mundo; y las insólitas alturas de las cadenas montañosas, entre otros lugares ¿qué nos quedaría?, y como podrá deducir el lector nadie se animaría a buscar máquinas atlantes en los puntos antes citados. Además, quitemos también las ciudades —recordemos que en México se halló un túnel Azteca mientras se llevaban a cabo las obras del Metro—; en conclusión, puedo afirmar que existen muchos lugares en nuestro planeta que aún no mostrarán sus secretos...
Ahora bien, los recintos subterráneos de la Gran Hermandad Blanca no sólo guardan los avanzados artefactos, sino que custodian cosas más grandes y poderosas. Así, la eterna sabiduría se constituye en el tesoro más preciado por los Maestros.
Los archivos históricos de “Mu” y Atlántida, que datan desde tiempos inmemoriales, se hallan reunidos en las galerías intraterrenas del Paititi. Asimismo, los archivos perdidos del Imperio Inca y de otras culturas, que aún nos son desconocidas, se hallan, también, en el mundo interior. Además, las planchas metálicas y los cristales de información que contienen pasajes extraídos del Registro Akáshico se encuentran al lado de los archivos antes mencionados. Los 32 Mentores de la Luz dieron estas planchas de secreta simbología y los poderosos cristales a los supervivientes atlantes, junto con el sagrado Disco Solar, que es la llave entre las dimensiones y que, por consecuencia, podría “leer” el Archivo Akáshico o la verdadera historia de la humanidad, el cual es llamado de forma simbólica por los Guías y Maestros como "El Libro de los de las Vestiduras Blancas".
He aquí el verdadero “tesoro” del Paititi, resguardado en “La Sala de los Registros” y custodiado por los pocos Estekna-Manés que aún habitan en el mundo subterráneo, perpetuando así la sagrada tradición que heredaron de los primeros sacerdotes de la sumergida Atlántida.
El mundo interior empieza a formarse.
Cómo es el Mundo Interior
Actualmente la población del reino subterráneo no es tan numerosa como en épocas anteriores; con el transcurrir de los milenios la civilización interna fue disminuyendo, abandonando el plano físico que conocemos y estableciéndose en niveles más sutiles, desde donde seguirían llevando a cabo el plan de ayuda, tal como lo hicieron en un inicio los 32 Mentores de la Luz. La mayor parte de los seres intraterrestres no poseen cuerpo denso, es decir, ya dejaron su envoltura material. Por ello los Maestros nos han hablado de retiros interiores físicos y otros sutiles. El Paititi reúne ambas condiciones.
En lo que se refiere a los retiros interiores sutiles, el acceso es primordialmente a través de la meditación y de los viajes astrales. Este es el caso del retiro del Titicaca y de Hayumarca, en el altiplano peruano-boliviano; del valle del Urubamba, en el Cusco; de Nasca, en Ica; entre otros.
No obstante, sabemos que existen seres físicos en las galerías subterráneas de la meseta de Marcahuasi, en los Andes centrales; en las cercanías de la comunidad de Q‘eros, en Paucartambo (Cusco); en las selvas del Manú, en Madre de Dios; y en otros lugares más que en su momento serán revelados.
Los retiros de la Gran Hermandad Blanca se distribuyen en diferentes partes del planeta, unidos todos por las fuerzas de la luz y al servicio de la humanidad. Aquí citaremos algunos enclaves que funcionan como “puertas” a esas otras realidades: El Uritorco, en Argentina; Paysandú, en Uruguay; Atacama, en Chile; la Cueva de los Tayos, ubicada en la zona fronteriza del Perú y Ecuador9 ; la Sierra del Roncador⎯denominada así por los diversos “ruidos” que se dejan sentir desde el subsuelo⎯, en el Brasil; Catatumbo y Roraima, en Venezuela; Guatavita y Tota, en Colombia; Teotihuacan, Palenque, El Valle de las Siete Luminarias y la Zona del Silencio en México; Monte Shasta, al norte de California; Compostela y el Pico Sacro, en España; los Pirineos y el Bugarach, en Francia; la Península del Sinaí, en Egipto1 0; Potala, en el Tíbet; los montes Karakorum, entre el Tíbet y China; en los montes Vindhya, al sur de la India; y amén de otras moradas sagradas.
Todos estos lugares se hallan unidos por túneles subterráneos. En el caso de Sudamérica, el gigantesco “pasadizo” se inicia en Monte Shasta, atraviesa México, penetra en Centroamérica, y hace su aparición en Sudamérica por Colombia; de allí continúa por el Ecuador hasta penetrar en el Perú; el inmenso túnel prosigue recorriendo las entrañas de Bolivia, Chile, y concluyendo en la Patagonia Argentina ⎯y hay indicios que de allí conectaría de alguna forma con la Antártida―. Una importante bifurcación se ubica precisamente en el Perú; ésta se dirige hacia el Brasil, donde se “abre” como la copa de un gran árbol, diversificándose hacia otras regiones. Antes esto es interesante escuchar las afirmaciones del Subsurface Research Center de Phoenix (EE.UU.) a través de su Director, Charles A. Marcus, que sostiene la existencia de una vía subterránea de unos 4.000 kilómetros de longitud que parte de México dirigiéndose hacia el sur del Perú. No obstante, este túnel gigantesco, llamado por algunos el “verdadero camino de los incas”, es aun mucho más grande...
Si bien afirmamos la existencia de una amplia red de colosales túneles, no sostenemos la teoría de una Tierra hueca. El centro de nuestro planeta está formado por hierro y níquel en estado líquido. Es muy posible que la temperatura allí registrada sobrepase los 5.000 grados celsius. Ya desde el siglo XVIII investigaciones científicas confirmaron la densidad del ardiente centro planetario.
Empero, ello no impide que una civilización superior habite en galerías subterráneas. Para empezar, el mundo de estos seres se halla en la corteza (que posee aproximadamente 33 Km. de espesor como promedio, en las zonas montañosas este grosor supera los 50 Km.) en la parte más próxima a la superficie, libre de la descomunal temperatura del centro que se ubica a más de 6.000 Km. por debajo de las ciudades intraterrestres. Además, la adelantada tecnología que poseen los Sabios ha logrado desviar los mortales gases que fluyen de las profundidades. Por otro lado, acertados conductos de ventilación que conectan con la superficie se han constituido en una inteligente fuente de oxígeno; en nuestros viajes los hemos identificado, hallándolos cuidadosamente disimulados entre la vegetación y detrás de grandes rocas, según sea la geografía donde se esconde el retiro.
Como sabemos, nuestro planeta a lo largo de millones de años ha venido expulsando materia líquida a la superficie, generando con ello grandes explosiones volcánicas. Muchos de estos conductos que llevaron lava a la superficie se mantienen inactivos y casi intactos luego de la expulsión del material rocoso fundido. Estos conductos también han sido acondicionados por los Maestros; no en vano encontramos retiros interiores en lugares que, en el pasado, han tenido clara actividad volcánica; como por ejemplo Marcahuasi y Hayumarca11. Así, las ciudades intraterrestres no sólo se abastecen de la energía cósmica; una de sus principales fuentes de poder se halla en la energía telúrica, la cual es absorbida por extraños cristales que se hallan repartidos por todo el mundo interior.
Es importante saber que a pesar de tener una tecnología de punta a su alcance, los Maestros llevan una vida monástica, dedicados a la oración y al trabajo interno. Ellos se rigen por un código muy antiguo que denominan Decadrón; un conjunto de 10 elevadas leyes que orientan la evolución del mundo intraterreno:
Primera Ley: “El verdadero estudiante de la Vida empieza estudiándose a sí mismo”.
Segunda Ley: “La Luz verdadera alumbra o ciega según la actitud del estudiante”.
Tercera Ley: “El verdadero soldado de la Luz batalla amando al enemigo”.
Cuarta Ley: “La verdadera protección radica en el control del miedo interior”.
Quinta Ley: “El verdadero Maestro enseña con el ejemplo”.
Sexta Ley: “El verdadero mensajero es aquel que sólo transmite el mensaje”.
Séptima Ley: “La Fe verdadera se sustenta en el conocimiento”.
Octava Ley: “La sagrada doctrina se torna aún más sagrada si se es consecuente con ella”.
Novena Ley: “El verdadero Templo es aquel que se construye sobre la base de sentimientos, pensamientos y actitudes”.
Décima Ley: “El verdadero Místico es aquel que pone en práctica los principios del Cielo y que muere constantemente por amor al prójimo”.
Nota del autor: Más información sobre el Decadrón o "Decálogo de la Hermandad Blanca":
http://www.legadocosmico.com/articulos_detalle.php?id=184&tipo=Espiritualidad%20y%20Conciencia
Tal como lo dicen los Maestros, el Decadrón se basa en las propias leyes cósmicas que rigen el Universo, y sólo a través de la correcta meditación, se puede acariciar el significado profundo de cuanto señalan las sencillas y luminosas palabras de los Antiguos.
La vestimenta de los Maestros consta por lo general de largas y bellísimas túnicas. Éstas pueden ser blancas, azules o doradas, según la función que cumple el ser que la lleva consigo. Todos se saludan con la mano izquierda, como símbolo de paz y tranquilidad —ya que la mano derecha representa la fuerza—. Ello resulta interesante porque en varias experiencias de contacto físico los Guías saludaban levantando su mano izquierda. Alcir también hizo lo propio durante el contacto en Pusharo, y ello nos recuerda que Cachán, el único machiguenga que estaba en contacto con la Hermandad Blanca, saludaba sólo con su mano izquierda, a diferencia de toda la tribu. Es interesante además observar en las antiguas pinturas rupestres, una mano izquierda pintada con insistencia en las paredes de las cavernas. Todo esto es muy sugerente.
En el monasterio interior existen salas especialmente diseñadas para la meditación, donde se lleva a cabo un diálogo con la esencia divina que mora dentro de la apariencia física. La meditación es una de las actividades más sagradas en el Paititi subterráneo. Sin embargo, no todo es meditación en el mundo interior. Cada miembro del retiro tiene una responsabilidad; unos se dedican al cuidado de las galerías; otros a la distribución de víveres (la alimentación es a partir de vegetales y frutas, combinados con extractos de minerales que se consiguen en las áreas dedicadas al aprovechamiento del subsuelo); un grupo de sacerdotes vela por los archivos y las máquinas; otros, hallan su función en los sistemas de transmisión, entre otras tareas. Los sistemas de transmisión —en los cuales las facultades psíquicas y la tecnología se concilian— permiten a los intraterrenos estar en continuo enlace, conociendo a la distancia todo lo que ocurre en los distintos retiros que existen en el planeta. No obstante, cada cierto tiempo se agrupa toda la Jerarquía. Esos grandes cónclaves y concilios se realizan para debatir temas de gran importancia y trascendencia dentro del Plan. Según nuestro calendario, una de estas magnas reuniones se llevaría a cabo en el mes de agosto, lo cual explica porqué precisamente en ese mes se realizan los viajes más ambiciosos de nuestros grupos de contacto.
Estas reuniones tienen como escenario el continente sudamericano; el lugar preciso es secreto y sólo lo conocen los Maestros. Quien dirige esta elevada actividad es una bellísima mujer, la más alta Jerarquía del cónclave, quien se caracteriza por poseer una profunda sabiduría y un gran amor por la humanidad. Poco sabemos sobre este elevado espíritu que muchas veces ha dejado sentir su radiante presencia a la humanidad.
Nota del autor: En los viajes al Paititi que realizamos en 1996, 1998 y 2000, fuimos recopilando información sobre esa “dama de luz”, que se indentifica como “Cecea”, una importante jerarquía espiritual de la Hermandad Blanca. Pero debo añadir, que en viajes posteriores al Paititi, se han recibido otras informaciones que asocian a esa dama de luz con una manifestación del “Espíritu Planetario”.
Sobre la apariencia física de los seres que habitan en la ciudad subterránea del Paititi, no debemos alarmarnos12, su aspecto es humano, aunque en algunos se puede apreciar una fisonomía algo estilizada; esto, porque muchos son mestizos entre razas del espacio y de nuestro mundo. Como ya expliqué en líneas anteriores, ello originó el gigantismo, que aún conservan un grupo de seres intraterrenos del Paititi. Pero no todos. El aspecto de muchos es tan humano que, fácilmente, podrían mezclarse con la población de nuestro planeta; sin embargo, en los últimos tiempos han dejado de hacerlo.
Para hacer llegar sus enseñanzas se han valido de emisarios, que son seres humanos que ya han tenido un contacto directo con la Jerarquía, divulgando sabiamente los misterios de la Hermandad Blanca a aquellos que están preparados a recibirlos. Los Maestros del mundo intraterrestre no intervienen directamente en estas operaciones —como muchos han creído—, sino que se valen de métodos mucho más ingeniosos para compartir el mensaje.
Aquí debo mencionar los denominados retiros externos, que son conformados por gente comprometida con la labor del Gobierno Interno Positivo del planeta. Ellos también transmiten las enseñanzas, ya sea a través de conferencias, libros, y, principalmente, procurando divulgar el mensaje con el EJEMPLO.
Es así como los Maestros llegan a nuestra humanidad de superficie; sin embargo, sólo me he referido a uno de los aspectos del plan de ayuda. Los Sabios intraterrenos pueden “conectarse” mentalmente con nosotros, inspirándonos profundos sentimientos de paz, amor y armonía. En sueños —definitivamente la vía de comunicación más empleada por ellos, a diferencia de los Guías extraterrestres que utilizan con mayor frecuencia los mensajes telepáticos—, la persona podría estar siendo asistida por estos seres, sin recordar muchas veces lo que “escuchó” o “visualizó” en sueños. De pronto uno se despierta diferente, con un ánimo distinto, con mayor seguridad y con gran energía.
Todo este despliegue procura suplir la presencia física de los Maestros en nuestro mundo de superficie. Para contactar físicamente con ellos —una vez que se nos dio la invitación para vivir tal experiencia—, tendríamos que aproximarnos a los lugares donde habitan, para así facilitar el encuentro. No en vano, desde los inicios de la experiencia de contacto los Guías fueron muy claros al referirse sobre este punto: viajar a los diversos retiros interiores para contactar con la Jerarquía planetaria.
Ahora llega el tiempo en que el hombre asumirá la posta de la sagrada obra, convirtiéndose en heredero de un arcano conocimiento y sucesor de una estirpe de Maestros que, desde hace miles de años, han venido guiando, secretamente, el destino cósmico del ser humano. La cautela será una herramienta indispensable para caminar a paso firme y seguro; el enfrentamiento de fuerzas complementarias es tal que, si dejamos de lado nuestro trabajo interior, podríamos equivocar la marcha al no estar conectados con la luz interna que guía al caminante. Podemos tener la ayuda de los Guías y los Maestros, pero ésta no será efectiva si es que nosotros no asumimos un compromiso con el Plan. Así el hombre se transforma en puente de un designio superior.
La incomprensión ha llevado a creer que los Maestros estarán allí dando los pasos por nosotros; y en verdad, aquel que ama, no nos alejaría de una responsabilidad que sólo a nosotros corresponde.
Algunos escritores al hablar de la Hermandad Blanca se preocupan en aspectos que se hallan atrapados en el mundo de las formas y de los esquemas, atribuyendo energías e influencias planetarias a presuntos Maestros que ya de por sí son muy cuestionables. Nadie, por más elevado que sea, se proclama el nuevo “avatar” de la Era Acuariana, sino que, como la misma palabra lo deja en claro —la palabra avatar es sánscrita y significa “descender”— una entidad superior vuelve a este plano por amor, llevando a la práctica los sabios dones de la paz, el respeto y la humildad; ésta última difícil de encontrar en los supuestos Maestros de la Nueva Era que, dicho sea de paso, se les quiere comparar con el mismísimo Señor Jesús, en poder y autoridad.
Abundan estas informaciones, y muchas veces confunden al lector. Los autores se ocupan en develar la respetable lista de encarnaciones de los actuales Maestros —muchas de ellas fácilmente refutables— así como divulgar los “métodos” para invocarlos, afirmándole al desorientado lector en qué días y a qué horas se pueden hacer estas prácticas. Por si ello fuera poco, se suma a esto la intervención de Arcángeles y otras entidades, que si bien es cierto existen y son seres de luz, al mezclar de esta forma todas estas presencias, peligrosamente, se crea un marco exótico que, según nuestra propia experiencia, no se ajusta a la realidad. Si bien es cierto que nada de malo hay en investigar las distintas fuentes de información —procurando con ello obtener una visión más amplia de los temas afines al contacto—, ello no quiere decir que vamos a tomar de aquí y de allá para mezclar procesos distintos y, hasta a veces, mensajes diferentes.
Los Maestros del Paititi pertenecen a una civilización superior, pero ello no debería significar que son “mejores” que nosotros; ellos están atravesando una etapa y nosotros vivimos otra; es como comparar a un alumno del colegio con un estudiante de universidad. Tan sólo nos hallamos ante procesos distintos, y ello se debe tomar con madurez y naturalidad.
La Base Azul
La ciudad secreta del Paititi no sólo alberga las sorpresas ya mencionadas. Muy cerca a ella, existen instalaciones de una civilización espacial; con ello me refiero a la Base Azul, centro de operaciones de los Guías extraterrestres. La responsabilidad de dicha base recae principalmente en los Guías de Venus, quienes desde hace miles de años vienen trabajando estrechamente con los Maestros de los retiros interiores. Son pues los seres de Venus quienes tuvieron mayor participación en el proceso de las grandes culturas de América, en labor conjunta con los Estekna-Manés (al lado de los Maestros atlantes, 144 instructores extraterrestres se abocaron también en la tarea de sembrar las bases de la civilización, ejecutando para ello diversos proyectos en distintos lugares del planeta, como por ejemplo, en Sumer).
Nota del autor: Venus es un planeta que no tiene condiciones naturales para la vida. Los seres extraterrestres que habitan allí, en un retiro interdimensional adaptado artificialmente (que se mueve en otro plano), son originarios de las estrellas Pléyades.
La presencia de la Base Azul explica por qué se suelen avistar sospechosas luces en la zona del Pantiacolla; aunque, para información del lector, no todas estas curiosas manifestaciones se podrían atribuir solamente a las naves extraterrestres, sino que algunas de estas “luces” corresponden a la energía que emite el aura de los Maestros que, muchas veces, se desplazan con sus vehículos sutiles (es decir, que se hallan en estado de proyección mental o astral, físicamente visibles por la energía que emanan) por las inmediaciones de los retiros del Paititi. Durante nuestro viaje pudimos verificar la presencia de estas luces, y diferenciar también cuándo se trataba de una nave de la Base Azul, o la posible proyección de un Maestro.
La misión de la Base Azul es variada. Sabemos que allí se encuentran muchas personas que han sido rescatadas de diversos puntos de la Tierra. No es descabellado pensar que algunas de las famosas expediciones perdidas hayan podido ser evacuadas a esta base. Sabemos también que de aquellas instalaciones parten naves espaciales hacia Venus y Ganímedes, llevando consigo muchas veces, a las personas que fueron rescatadas; esto con el propio consentimiento de la persona, que viaja a aquellos mundos para ser preparada para un posterior retorno, donde la Tierra que conocemos, no será igual.
La Base Azul se dedica también a realizar estudios de la reserva del Manú, procurando con ello conseguir los nuevos beneficios naturales que se pondrán en manos del hombre del futuro. Según nos han informado los Guías de Venus, la base posee la cura para las distintas enfermedades que hoy por hoy aquejan a nuestro mundo.
El lugar no ha sido escogido al azar; últimos estudios indican que de haber una gran catástrofe mundial, bastarían los recursos naturales del Manú para abastecer al planeta entero por varios años...
Para nosotros ha sido muy trabajoso asimilar estas y otras informaciones; pero las mismas, se fueron confirmando una y otra vez. El Paititi reservaba más misterios de lo que nosotros suponíamos y, ahora, luego de reflexionar, estamos convencidos de la realidad de todo ello, por más fantástico que parezca…
NOTAS
1 La Crónica del Perú, Pedro Cieza de León, Peisa, Perú, 1988. (escrita en 1550)
2 Comentarios Reales, Inca Garcilazo de la Vega, Cátedra, Madrid, España, 1996.
3 La Santa Biblia, Génesis, Capítulo VI.
4Concordance Mytho-Phisico-Cabalo-Hermetique, Charles van der Linder d’Hooghvorst, Obelisco, Barcelona, España, 1986.
5 Es posible que nos hallemos frente a uno de los vehículos aéreos de los supervivientes atlantes y no ante un visitante extraterrestre. Quizá el Señor Pacal era algún descendiente de los “primeros señores que llegaron de lejos”.
6 Posiblemente se trate de la denominada “Isla Blanca” a la cual hacen referencia las antiguas ordenes esotéricas. Por otro lado, es interesante saber que se han hallado vitrificaciones del suelo en vastas regiones del desierto de Gobi, muy parecidas a las que producen las explosiones atómicas; ello nos invita a pensar en el aterrizaje de la gran nave de los 32 Mentores de la Luz.
7 El Mundo Subterráneo, Nigel Pennick, Lidiun, Argentina, 1990.
8 Amauta: Maestro.
9 Lamentablemente, por un conflicto fronterizo entre Perú y Ecuador, se colocaron minas de guerra en las inmediaciones del retiro; una prueba más que las fuerzas oscuras están allí evitando que la humanidad acceda a su verdadero pasado (existen registros de información en las cuevas). En su momento, la Cueva de los Tayos demostrará que sus secretos no pertenecían a nadie sino a la humanidad misma. Cabe mencionar que nuestros grupos de contacto tuvieron la oportunidad de realizar más de una valiosa expedición al retiro amazónico.
10 Estos lugares también fueron visitados por nuestros grupos; los primeros viajes se realizaron en 1989 y 1990. (ver Contacto Interdimensional, de Sixto Paz Wells, Errepar, Buenos Aires, Argentina, 1994).
Para hacer llegar sus enseñanzas se han valido de emisarios, que son seres humanos que ya han tenido un contacto directo con la Jerarquía, divulgando sabiamente los misterios de la Hermandad Blanca a aquellos que están preparados a recibirlos. Los Maestros del mundo intraterrestre no intervienen directamente en estas operaciones —como muchos han creído—, sino que se valen de métodos mucho más ingeniosos para compartir el mensaje.
Aquí debo mencionar los denominados retiros externos, que son conformados por gente comprometida con la labor del Gobierno Interno Positivo del planeta. Ellos también transmiten las enseñanzas, ya sea a través de conferencias, libros, y, principalmente, procurando divulgar el mensaje con el EJEMPLO.
Es así como los Maestros llegan a nuestra humanidad de superficie; sin embargo, sólo me he referido a uno de los aspectos del plan de ayuda. Los Sabios intraterrenos pueden “conectarse” mentalmente con nosotros, inspirándonos profundos sentimientos de paz, amor y armonía. En sueños —definitivamente la vía de comunicación más empleada por ellos, a diferencia de los Guías extraterrestres que utilizan con mayor frecuencia los mensajes telepáticos—, la persona podría estar siendo asistida por estos seres, sin recordar muchas veces lo que “escuchó” o “visualizó” en sueños. De pronto uno se despierta diferente, con un ánimo distinto, con mayor seguridad y con gran energía.
Todo este despliegue procura suplir la presencia física de los Maestros en nuestro mundo de superficie. Para contactar físicamente con ellos —una vez que se nos dio la invitación para vivir tal experiencia—, tendríamos que aproximarnos a los lugares donde habitan, para así facilitar el encuentro. No en vano, desde los inicios de la experiencia de contacto los Guías fueron muy claros al referirse sobre este punto: viajar a los diversos retiros interiores para contactar con la Jerarquía planetaria.
Ahora llega el tiempo en que el hombre asumirá la posta de la sagrada obra, convirtiéndose en heredero de un arcano conocimiento y sucesor de una estirpe de Maestros que, desde hace miles de años, han venido guiando, secretamente, el destino cósmico del ser humano. La cautela será una herramienta indispensable para caminar a paso firme y seguro; el enfrentamiento de fuerzas complementarias es tal que, si dejamos de lado nuestro trabajo interior, podríamos equivocar la marcha al no estar conectados con la luz interna que guía al caminante. Podemos tener la ayuda de los Guías y los Maestros, pero ésta no será efectiva si es que nosotros no asumimos un compromiso con el Plan. Así el hombre se transforma en puente de un designio superior.
La incomprensión ha llevado a creer que los Maestros estarán allí dando los pasos por nosotros; y en verdad, aquel que ama, no nos alejaría de una responsabilidad que sólo a nosotros corresponde.
Algunos escritores al hablar de la Hermandad Blanca se preocupan en aspectos que se hallan atrapados en el mundo de las formas y de los esquemas, atribuyendo energías e influencias planetarias a presuntos Maestros que ya de por sí son muy cuestionables. Nadie, por más elevado que sea, se proclama el nuevo “avatar” de la Era Acuariana, sino que, como la misma palabra lo deja en claro —la palabra avatar es sánscrita y significa “descender”— una entidad superior vuelve a este plano por amor, llevando a la práctica los sabios dones de la paz, el respeto y la humildad; ésta última difícil de encontrar en los supuestos Maestros de la Nueva Era que, dicho sea de paso, se les quiere comparar con el mismísimo Señor Jesús, en poder y autoridad.
Abundan estas informaciones, y muchas veces confunden al lector. Los autores se ocupan en develar la respetable lista de encarnaciones de los actuales Maestros —muchas de ellas fácilmente refutables— así como divulgar los “métodos” para invocarlos, afirmándole al desorientado lector en qué días y a qué horas se pueden hacer estas prácticas. Por si ello fuera poco, se suma a esto la intervención de Arcángeles y otras entidades, que si bien es cierto existen y son seres de luz, al mezclar de esta forma todas estas presencias, peligrosamente, se crea un marco exótico que, según nuestra propia experiencia, no se ajusta a la realidad. Si bien es cierto que nada de malo hay en investigar las distintas fuentes de información —procurando con ello obtener una visión más amplia de los temas afines al contacto—, ello no quiere decir que vamos a tomar de aquí y de allá para mezclar procesos distintos y, hasta a veces, mensajes diferentes.
Los Maestros del Paititi pertenecen a una civilización superior, pero ello no debería significar que son “mejores” que nosotros; ellos están atravesando una etapa y nosotros vivimos otra; es como comparar a un alumno del colegio con un estudiante de universidad. Tan sólo nos hallamos ante procesos distintos, y ello se debe tomar con madurez y naturalidad.
La Base Azul
La ciudad secreta del Paititi no sólo alberga las sorpresas ya mencionadas. Muy cerca a ella, existen instalaciones de una civilización espacial; con ello me refiero a la Base Azul, centro de operaciones de los Guías extraterrestres. La responsabilidad de dicha base recae principalmente en los Guías de Venus, quienes desde hace miles de años vienen trabajando estrechamente con los Maestros de los retiros interiores. Son pues los seres de Venus quienes tuvieron mayor participación en el proceso de las grandes culturas de América, en labor conjunta con los Estekna-Manés (al lado de los Maestros atlantes, 144 instructores extraterrestres se abocaron también en la tarea de sembrar las bases de la civilización, ejecutando para ello diversos proyectos en distintos lugares del planeta, como por ejemplo, en Sumer).
Nota del autor: Venus es un planeta que no tiene condiciones naturales para la vida. Los seres extraterrestres que habitan allí, en un retiro interdimensional adaptado artificialmente (que se mueve en otro plano), son originarios de las estrellas Pléyades.
La presencia de la Base Azul explica por qué se suelen avistar sospechosas luces en la zona del Pantiacolla; aunque, para información del lector, no todas estas curiosas manifestaciones se podrían atribuir solamente a las naves extraterrestres, sino que algunas de estas “luces” corresponden a la energía que emite el aura de los Maestros que, muchas veces, se desplazan con sus vehículos sutiles (es decir, que se hallan en estado de proyección mental o astral, físicamente visibles por la energía que emanan) por las inmediaciones de los retiros del Paititi. Durante nuestro viaje pudimos verificar la presencia de estas luces, y diferenciar también cuándo se trataba de una nave de la Base Azul, o la posible proyección de un Maestro.
La misión de la Base Azul es variada. Sabemos que allí se encuentran muchas personas que han sido rescatadas de diversos puntos de la Tierra. No es descabellado pensar que algunas de las famosas expediciones perdidas hayan podido ser evacuadas a esta base. Sabemos también que de aquellas instalaciones parten naves espaciales hacia Venus y Ganímedes, llevando consigo muchas veces, a las personas que fueron rescatadas; esto con el propio consentimiento de la persona, que viaja a aquellos mundos para ser preparada para un posterior retorno, donde la Tierra que conocemos, no será igual.
La Base Azul se dedica también a realizar estudios de la reserva del Manú, procurando con ello conseguir los nuevos beneficios naturales que se pondrán en manos del hombre del futuro. Según nos han informado los Guías de Venus, la base posee la cura para las distintas enfermedades que hoy por hoy aquejan a nuestro mundo.
El lugar no ha sido escogido al azar; últimos estudios indican que de haber una gran catástrofe mundial, bastarían los recursos naturales del Manú para abastecer al planeta entero por varios años...
Para nosotros ha sido muy trabajoso asimilar estas y otras informaciones; pero las mismas, se fueron confirmando una y otra vez. El Paititi reservaba más misterios de lo que nosotros suponíamos y, ahora, luego de reflexionar, estamos convencidos de la realidad de todo ello, por más fantástico que parezca…
NOTAS
1 La Crónica del Perú, Pedro Cieza de León, Peisa, Perú, 1988. (escrita en 1550)
2 Comentarios Reales, Inca Garcilazo de la Vega, Cátedra, Madrid, España, 1996.
3 La Santa Biblia, Génesis, Capítulo VI.
4Concordance Mytho-Phisico-Cabalo-Hermetique, Charles van der Linder d’Hooghvorst, Obelisco, Barcelona, España, 1986.
5 Es posible que nos hallemos frente a uno de los vehículos aéreos de los supervivientes atlantes y no ante un visitante extraterrestre. Quizá el Señor Pacal era algún descendiente de los “primeros señores que llegaron de lejos”.
6 Posiblemente se trate de la denominada “Isla Blanca” a la cual hacen referencia las antiguas ordenes esotéricas. Por otro lado, es interesante saber que se han hallado vitrificaciones del suelo en vastas regiones del desierto de Gobi, muy parecidas a las que producen las explosiones atómicas; ello nos invita a pensar en el aterrizaje de la gran nave de los 32 Mentores de la Luz.
7 El Mundo Subterráneo, Nigel Pennick, Lidiun, Argentina, 1990.
8 Amauta: Maestro.
9 Lamentablemente, por un conflicto fronterizo entre Perú y Ecuador, se colocaron minas de guerra en las inmediaciones del retiro; una prueba más que las fuerzas oscuras están allí evitando que la humanidad acceda a su verdadero pasado (existen registros de información en las cuevas). En su momento, la Cueva de los Tayos demostrará que sus secretos no pertenecían a nadie sino a la humanidad misma. Cabe mencionar que nuestros grupos de contacto tuvieron la oportunidad de realizar más de una valiosa expedición al retiro amazónico.
10 Estos lugares también fueron visitados por nuestros grupos; los primeros viajes se realizaron en 1989 y 1990. (ver Contacto Interdimensional, de Sixto Paz Wells, Errepar, Buenos Aires, Argentina, 1994).
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